Barcelona la hacen sus barrios. Esta expresión es compartida por muchas de las personas que vivimos en la ciudad y hacemos vida de barrio. Pero, ¿qué significa exactamente? La unidad de barrio es mucho más que una unidad administrativa. El barrio es el lugar donde transcurre gran parte de la vida cotidiana, donde tenemos la vivienda, donde usamos servicios y equipamientos públicos, donde compramos, donde tejemos redes de amistades y donde, a menudo, nos organizamos y compartimos proyectos comunes (en la escuela, en el campo de fútbol, en la asociación de vecinos, etc.).

Es precisamente esto lo que lo convierte, más allá de un lugar de vida, en un espacio esencial para construir y tejer redes comunitarias. Seguramente es el primer lugar donde aprendemos lo que significa participar en proyectos colectivos que ponen en el centro el bien común y que son una auténtica escuela de democracia. En este sentido, es necesario reconocer el papel que han tenido los movimientos sociales, entidades y colectivos diversos en la construcción y configuración de la ciudad, y especialmente en la defensa de una ciudad democrática a lo largo de los años.

Ahora bien, Barcelona no está al margen de las dinámicas provocadas por el capitalismo global, por un lado, y por movimientos antidemocráticos, por el otro, que también están afectando nuestra ciudad y que ponen en riesgo la vida en los barrios.

La masificación turística, la promoción de la ciudad como escaparate para congresos, ferias y grandes eventos tiene un impacto claro en la vida en los barrios, así como los movimientos especulativos en el ámbito de la vivienda, especialmente el impacto de los alquileres turísticos, de temporada y los co-livings, que están provocando una expulsión silenciosa de vecinos y vecinas. La economía de los barrios se pone al servicio del turismo y de la especulación, homogeneizando el comercio y encareciendo los precios de los alquileres de locales. Los barrios pierden vecinos, vida comunitaria, y se pueden agravar aún más las desigualdades entre barrios.

Por otro lado, también estamos viendo cómo emergen movimientos antidemocráticos que alimentan discursos de miedo y odio y que, amparándose en la seguridad y el rechazo a determinados colectivos, trabajan para erosionar las bases de la sociedad civil organizada. Es un movimiento que banaliza la percepción de seguridad y estigmatiza algunos barrios de la ciudad, especialmente los barrios obreros.

Ante esto, desde Barcelona en Comú defendemos que es imprescindible reconocer y reforzar la organización colectiva en nuestra ciudad y en nuestros barrios. Las fuerzas de izquierdas tenemos la responsabilidad de trabajar para fortalecer la articulación comunitaria, capaz de hacer frente activamente a los retos presentes y futuros. En los barrios hay que tejer complicidades entre vecinas y redes de apoyo que reflejen la ciudad diversa que somos.

Unos barrios más organizados colectivamente son más resilientes, y sobre todo, permiten articular movimientos que defiendan los intereses comunes por encima de los intereses especulativos, del miedo y del odio. Del mismo modo, en un contexto como el actual, es esencial contribuir a reforzar los movimientos por el derecho a una vivienda digna, por la educación pública, por los derechos humanos, por unos barrios dignos, entre otros.

Como espacio político, debemos ser capaces de generar vínculos con los movimientos organizados en la ciudad, desde la empatía, la escucha y el reconocimiento de su contribución a la defensa del derecho a la ciudad y de unas vidas dignas.

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